miércoles, 21 de diciembre de 2016

LENGUAS ROMANCES

1. Introducción Las diversas lenguas romances, o románicas, proceden, como es bien sabido, del latín hablado cotidiano en ciertas zonas del Imperio Romano, fundamentalmente en el área mediterránea, a saber, la Península Ibérica, Francia, Italia, Rumania y algunos pequeños puntos de la actual Suiza próximos a Italia. Las lenguas romances, por tanto, contraen con el latín una relación genética directa: el latín es la lengua madre y las romances son las lenguas hijas. Algunas de las lenguas romances son: italiano, francés, español o castellano, catalán, gallego-portugués, rumano, provenzal (o antiguo occitano) y sardo, además de un número importante de variedades lingüísticas romances bien diferenciadas en la Península Itálica, que no han adquirido el estatu~ político de lengua oficial, así como un número menor de dialectos romances en la Península Ibérica. Dado que la vida natural de las lenguas es a través de la lengua hablada y que ninguna lengua es completamente homogénea, esto es, carente de variación, sino que conlleva siempre diversos Jipos de variación: variación diastrática -diferencias debidas a la composición social de una comunidad-, variación de registro -diferencias debidas a la situación, coloquial o formal, en que se puede mover cualquier hablante-, variación dialectal -diferencias debidas al área geográfica a la que pertenece un hablante- y variación cronológica, denominada también diacrónica o histórica -los cambios que sufren las lenguas en el transcurso del tiempo-, hay que suponer que tampoco el latín fue una lengua uniforme ni en el aspecto social, ni en el cronológico ni en el geográfico, y que las lenguas romances tienen su origen ya en los primeros pobladores latinos que arribaron a las áreas antes mencionadas. Por tanto, puede decirse que el origen y agrupación de las lenguas romances comienza propiamente con la romanización de Italia y del Imperio. La mayoría de ellas tiene, por lo tanto, una profundidad histórica superior o cercana a los dos mil años, a excepción del rumano que es una lengua algo más joven, con una profundidad de unos mil setecientos o mil ochocientos años. Dado que la esencia de toda lengua es una constante transformación imperceptible, las lenguas romances derivan del latín sin solución de continuidad, esto es, no existe un quiebre cronológico entre el latín hablado y el romance hablado, ni tampoco es posible establecer fechas posibles a manera de puntos de inflexión entre la lengua madre y las lenguas hijas. Por necesidades metodológicas y de exposi- 111 ción suelen considerarse ciertas fechas o periodos claves que muestran el surgimiento y progresiva estandarización de las lenguas románicas. La antigüedad asignada a cada una de las lenguas de la familia romance y su agrupación lingüística, que más adelante comentaremos, se ajusta, en lo esencial, a la secuencia cronológica de las principales conquistas romanas: primero Cerdeña y España, coincidiendo en buena parte con la segunda guerra púnica (siglo 1Il a.C.: levante y sur de la Península Ibérica, II a.C.: la mayor parte de la Península, y I a.C.: noroeste de la Península), luego la Galia (siglo II a.C. la Galia cisalpina, unos años después la Galia transalpina o Provincia, actual Provenza, y en el siglo 1 a.C. el resto de la Galia), y finalmente la Dacia (siglo I1I). La fragmentación lingüística de la Romania, esto es, la pérdida de inteligibilidad mutua entre los diferentes dialectos del latín -los que posteriormente dieron lugar a las diversas lenguas romances- es, sin embargo, un hecho, al parecer, relativamente reciente que suele situarse entre los siglos IV Y VI, coincidiendo, grosso modo, con la caída del Imperio Romano de Occidente a fines del siglo V, año 476, si bien se considera que para el tiempo de los Césares existía ya una amplia diferenciación lingüística en vastas zonas del Imperio. Las primeras documentaciones en lengua ya propiamente romance son más tardías que las fechas establecidas para la fragmentación y corresponden a la Galia: la Crónica de Fredegario, asignada al siglo VII (en ella aparece, por ejemplo, la primera documentación de un futuro romance, del tipo cantaré), los Serments de Strasbourg y la Séquence de sainte ·Eulalie, ambos del siglo IX. Las primeras documentaciones en italiano son aún más tardías, siglo X, y para el español, son todavía más tardías y corresponden a las Glosas silenses y a las Glosas emilianenses, de datación incierta, aunque suelen asignarse al siglo XI, pero posiblemente sean algo más tardías. Cuando se habla de primeras documentaciones en lengua romance no debe pensarse en textos escritos íntegramente en romance, sino en textos esencialmente latinos, de carácter jurídico por lo regular, que contienen palabras intercaladas romances que explican' glosan' palabras latinas, es el caso de las Glosas, o en pequeñas frases, muchas veces a manera de paráfrasis, dentro de un texto latino. La oficialización de las lenguas romances, es decir, su consideración como vehículo de la vida cultural y política de un pueblo, es un hecho aún más tardío. Para el castellano, por ejemplo, puede situarse tal oficialización en el siglo XIlI cuando la Cancillería de Fernando III, el Santo, emite por primera vez documentación oficial redactada en castellano y no ya en latín; sin embargo, debe tenerse en cuenta que hay manifestaciones literarias escritas íntegramente en castellano anteriores a esa fecha, lo cual significa que la vida cotidiana se realizaba en romance desde mucho antes, y que, por tanto, la oficialización es simple consecuencia de la extensión del romance. En general se acepta que el uso de la lengua vernácula de cada una de las zonas románicas fue favorecido de manera notable por el incremento de la formación escolar en el Renacimiento carolingio en los siglos VIII-IX (cf. Wright, Late Latin). Cada lengua romance tuvo su propio periodo de latín, o lo que podría considerarse etapa prerromance -para la que suele emplearse también el término, bastante polisémico (L1oyd, "On the definition"), de 112 latín vulgar- con una duración y carácter distinto en cada área. Las diferencias se deben, en primer lugar, al sustrato lingüístico prerromano existente en cada una de las áreas romanizadas y a la influencia de ese sustrato en el latín hablado en esas zonas, y, en segundo lugar, al aislamiento político y social entre las diferentes provincias tras la caída del Imperio romano. 1 2. La clasificación de las lenguas romances En el estudio del origen de las lenguas y dialectos románicos subyacen dos problemas estrechamente relacionados: la clasificación de las lenguas y la fragmentación del latín, proceso este que implica la gradual diferenciación de las lenguas hijas emergentes. Es decir, no son hechos transparentes a priori establecer cuántas lenguas románicas hay ni decidir cuáles son las semejanzas y diferencias entre ellas para poder hacer la subagrupación lingüística de la Romania. La herramienta de análisis fundamental para llevar a cabo la clasificación y sub agrupación es el Método Comparativo. Resumiremos brevemente los postulados del método, y enseguida plantearemos la clasificación más aceptada de las lenguas romances, así como algunos de los problemas que ella plantea. http://www.rua.unam.mx/repo_rua/escuela_nacional_preparatoria/quinto_ano/1505_etimologias_grecolatinas/_8136.pdf